Separate beds
Jove
1986
Clay
Forrester es un ambicioso estudiante de leyes. Tiene el futuro
planificado: terminará su carrera y trabajará en el bufete de su
padre, abogado de intachable reputación. Mantiene una relación con
Jill, una joven de buena familia y con ambiciones similares a las
suyas.
Una
noche, tras una agria discusión con Jill y la consiguiente ruptura,
tiene una cita a ciegas con una joven de nombre Catherine Anderson.
A
diferencia de Clay, Catherine es de origen humilde. Tiene un padre
alcohólico y violento, una madre frágil y sumisa. Steve, su único
hermano, hace años que se marchó de casa y apenas tienen contacto.
A sus diecinueve años estudia en la universidad, que se costea ella
misma cosiendo y haciendo limpieza.
La
noche del cuatro de julio conoce a Clay Forrester. Ambos beben mucho
vino y terminan manteniendo relaciones sexuales.
Catherine
queda embarazada.
Cuando
Herb Anderson descubre que su hija está embarazada y que el padre es
un joven de muy buena posición económica, se persona ante los
Forrester, con una renuente e intimidada Catherine, para exigir una
retribución económica. En realidad no defiende la honra de su hija.
Pasada
la desconfianza y recelo iniciales, así como la rápida
animadversión que despierta el padre de Catherine, los Forrester
quieren velar su futuro nieto. Pero Clay, que no recuerda ni siquiera
a Catherine, no desea cargar con la responsabilidad de un hijo ni una
esposa que interfieran en su vida. Catherine no entra en sus planes;
no tiene cabida en su brillante futuro.
Al
principio Catherine tampoco quiere saber nada de Clay y no acoge muy
bien su propuesta de aborto -propuesta que escandaliza a los
Forrester- y decide huir de casa de sus padres e irse a vivir a una
residencia para madres solteras. Continúa con sus estudios en la
universidad y con sus trabajos de costura.
Pero,
pasado el estupor inicial, Clay se avergüenza de su primera reacción
y, aconsejado por su padre, llega a la conclusión de que casarse con
Catherine es lo mejor que puede hacer. Los planes de Clay no pasan de
un breve matrimonio, sólo hasta que nazca el bebé para acallar los
escándalos y no enturbiar su futuro como abogado.
Catherine
sigue renuente pero, finalmente, accede. Pese a la alegría de los
Forrester y de la madre de Catherine que creen que es un matrimonio
por amor o, como mínimo, cariño y respeto, ellos tienen claro que
es sólo de nombre. Una vez nazca el bebé y transcurra un tiempo
prudente se separarán.
Pero
una vez comienza la convivencia, los sentimientos afloran y el
sencillo y práctico acuerdo podría convertirse en papel mojado.
¡Qué
maravilla es leer una novela de Lavyrle Spencer!
Incluso
las más antiguas, que, sinceramente, creo que están a años luz de
las últimas que escribió. Como Separate beds, la que es una de las
primeras novelas de esta prodigiosa escritora.
Sin
embargo, incluso historias como ésta, logran conmoverme y hacen que
cierre el libro dividida entre la euforia por la lectura y la pena
porque se acaba.
Creo
que Separate beds es una novela increíble, pues los sentimientos que
describe traspasan el papel -o el ebook- y logran provocar en la
lectora una miríada de emociones difíciles de explicar.
Pese
a ello, reconozco que no me ha parecido la mejor de las novelas de
esta autora. Pero aun siendo de las que podría decirse más flojas,
me ha dejado con una sonrisa en los labios y feliz de haberla leído.
De hecho seguro que volveré a leerla.
Desde
la página uno me quedé atrapada en la historia. El comienzo es
cuanto menos inquietante. Se nos describe a una asustada y sumisa
joven sentada, en una elegante mansión, mientras oye las voces
procedentes de la biblioteca de la adinerada familia Forrester.
En
ese lugar discuten su vida, como si ella no estuviera presente.
El
reencuentro con Clay es descorazonador. No sólo apenas la mira, sino
que ni la recuerda. Confieso que ahí se me rompió un poco el
corazón. Y fue un presagio a otras de las rupturas que Clay iría
provocándome a lo largo de la novela.
Pero,
debo decir que es una novela que me ha encantado porque es original,
porque cuenta una historia que de entrada podría parecer “otra
más”, sin embargo no lo es. Es arriesgada y valiente. Creo que es
una novela que las lectoras, incluso las más exigentes y curtidas,
disfrutarían. Es una historia, además, que daría pie a
interesantes debates por la actitud de la pareja protagonista y la
temática sobre la que gira.
Separate
beds es de todo menos previsible. Me explico. Cuando comienza la
novela presuponemos -más aún tras leer la sinopsis- que Clay y
Catherine se casarán por conveniencia y que, como cabe esperar, una
vez bajo el mismo techo se enamorarán y todo será de color de rosa.
Pues
no.
Clay
es un joven que entra a ese matrimonio con las ideas muy claras: se
trata de un mero trámite para lograr su objetivo, trabajar en el
bufete de su padre. No quiere escándalos asociados a su apellido que
le pongan al consejo en contra. Por tanto hace lo que debe hacer.
Catherine
dejó de creer en los cuentos de hadas mucho tiempo atrás. Sabe que
el príncipe no se enamorará de una cenicienta como ella.
Así
que sabe que el mayor error que podría cometer sería enamorarse de
su marido. O más bien, confesárselo. Así que cuida y protege con
gran celo su corazón.
De
modo que con una pareja tan cabezota, tan poco “interesada” la
una hacia la otra, no he encontrado para nada la típica novela del
matrimonio por conveniencia. Al contrario, ¡qué angustia me han
hecho pasar!
Separate
beds es una historia que habla de madurez -me ha encantado la
evolución de Catherine- de aprender de los errores y de autoestima.
No sólo de amor y la familia, como es habitual, tan presente en las
novelas de esta autora.
En
definitiva es una novela con el sello inconfundible de Lavyrle
Spencer, donde los sentimientos están a flor de piel, donde lo que
lees es tan real como la vida misma, porque no está rodeado de un
halo de cuento de hadas, sino de la dura realidad.
Pero,
también, es una romántica y bonita novela donde, por suerte, el
amor vence cualquier obstáculo. Incluso cuando se trata del de dos
obstinados como Clay y Catherine.
En
mi opinión, no es la mejor que escribió Lavyrle, ni mucho menos,
pero es una bonita novela.